Entrada la tarde, la Plaza Independencia brilla gracias al sol resplandeciente de la primavera. En el lugar, los colores de Atlético y River toman la posta, como lo hizo a un costado de una de las avenidas que flanquean al pulmón mendocino un trailer que invita a los hinchas del “Millonario” a asociarse, mientras sus ojos se recrean con una copia de la última Copa Libertadores ganada, la de 2015.
Lo de Atlético es más humano. Es una marea de hinchas que se mueve en perfecta deriva. Va hacia un mismo lado con tranquilidad. Hay cantos dedicados a San Martín. Se ríen de su supuesta desgracia.
Raro, también están los peleadores, en realidad, los bocones. Lo insólito es que no se trata de un hincha declarado, sino del que vende banderas, camisetas, gorras y demás merchandising del “Millonario”. Todo trucho, claro. El hombre de voz ronca y poca paciencia se las agarra con los simpatizantes del “Decano” que esperan su turno para ver de cerca a la Copa Argentina, la estrella de la tarde. Todos quieren estar cerca de ella. Hacen fila religiosamente y esperan su turno para sacarse la foto. Sonrisas y que pase el que sigue.
En eso, el vendedor ambulante se las agarra con un grupo de tucumanos. Ataca a la provincia, la tilda de “provincia chica”. Ataca a la Copa Argentina misma, “ustedes se creen que juegan la Champion Lí (por League)”. Está que arde el amigo. Se enojó porque no quisieron comprarle una bandera. Pero si son de Atlético, no de River, amigo. En fin.
Entre los amados por el vendedor callejero están Los Rodrigo, los hermanos Maximiliano, Lucas y Santiago. Junto a ellos se suman Diego García y Damián Minichillo, todos tucumanos, todos del “Jardín”, todos fanáticos del “Deca”. “Nos conocemos de la cancha, somos amigos y vamos a todos lados. Seguimos al equipo”, levanta la mano y habla por el resto “Maxi”, el mayor.
Damián, el otro adulto del grupo confiesa que para ellos, desde que Atlético pasó a formar parte de la élite internacional, desde que su segundo apellido pasó a se “Libertadores de América”, las vacaciones se programan dependiendo donde pueda jugar Atlético. “Así lo hicimos este año y repetiremos en 2018”, explica Damián. Por ejemplo, si toca un equipo chileno, la familia Minichillo se trasladará allá en febrero próximo. Si es Brasil, será Brasil.
La yapa
Los amigos piensan como el resto de los invasores “decanos”: “Esto viene de yapa. Es un regalo para nosotros estar acá”, asegura “Maxi”, y sigue. “Sabemos que tenemos menos chances que River pero también sabemos que podemos ganar. Este ha sido el mejor año de la historia del club, y si somos campeones mañana estaremos hablando un año y inolvidable”.
El vendedor ambulante continúa masticando bronca. Está indignado. Los “tucus” ya lo ignoran porque saben que al “peleador” no le queda otra que buscar una retaguardia. Perdió levantando la voz. Perdió atacando. Perdió en todas.
Lo importante es la Copa Argentina; la foto; la fiesta. “Si ganamos, haremos la promesa del ‘Pulga’. Caminaremos desde Simoca hasta La Virgen de la Reducción. Si es necesario caminamos esos 60 kilómetros marcha atrás”, reconoce Damián.
Sergio Bouza y Gladys Medina no son de prometer nada. Sergio no puede conciliar el sueño desde hace, “más o menos tres días”. Está ansioso. Quiere la final ya. “No fuimos a Formosa porque creíamos que podíamos jugar la final. Espero se dé”, se ilusiona el amigo vestido con la camiseta nueva del “Decano”. Gladys está de azul, de civil, y dice lo suyo. “Tenemos fe, mucha fe de que nos volvemos con la Copa”. El pueblo “decano” la pide.